I
Restos que el mar abandona
en la arena
y esta soledad de ser
solo a medias.
Es la hora
de la melancolía,
la de la ausencia
de lo que nunca estuvo
y sentimos más propio:
lo que todavía de nosotros
no dimos
a luz
en la vida.
II
Alto y lejos,
apenas perceptibles,
golondrinas nómadas
surcan el aire.
La nada que somos
es el todo que buscamos.
He tenido la alegría de descubrir a este poeta, gracias a mi colega de Edea, espacios de acción y amigo Nacho Mur, el día de la madre. Un regalo. Que se unió a las hermosas sensaciones que venía teniendo en una escapada que he podido regalarme a su vez por el norte de este hermoso país. Alegría percibir la afinidad en esta mirada que nace desde el misterio, como bien dijo él mismo. Podéis encontrar más en Al alba los pájaros, El hilo de Ariadna, Buenos Aires, 2017.
Os dejo esta pequeña nota que Ernesto Sábato en su libro «Cuentos que me apasionaron», le dedica. En ellas resume la biografía de Hugo hasta el año 1999.
No sé si algún día alguien resumirá la mía, pero pareciera que «esta soledad de ser/ solo a medias», hablase ya de ella con este verso eterno, en el espíritu que comparte ese territorio común de los que sin duda pronto aprendimos a ser buscardores para transformar el sufrimiento en dolor, y encontrar en el camino interior la presencia esencial para devolvernos a la vida y compartirla de este modo bello, verdadero y tan bien dicho. Gracias Hugo.
«Hugo Mujica nació en Buenos Aires en 1942. Su niñez se vio oscurecida por el trágico accidente que le costó la vista a su padre; este hecho llevó a la familia a difíciles situaciones económicas lo que, si por un lado, significó desprotección, por otro, ejerció en él una temprana libertad: ya es su adolescencia las situaciones de riesgo le fueron comunes. Trabajando de día y estudiando de noche, termina el Bachillerato y comienza sus estudios en Bellas Artes. A los 19 años se va a los Estados Unidos sin saber inglés, y sin un peso, para abrirse a otras posibilidades. La búsqueda del sentido de la vida le era entonces ya imprescindible. Allí hará de todo; con el tiempo llegará a trabajar de fotógrafo y podrá seguir sus estudios en bellas Artes, y pintar. Eran los años sesenta en New York; como para tantos de nosotros, el existencialismo francés lo había deslumbrado. Perteneció a aquella juventud que encontró en Cuba una alternativa a una sociedad injusta, competitiva y de consumo, que vivió con horror Vietnam y que probó todo en busca de una manera de vivir que pudiera cambiar el materialismo que lo asfixiaba. Frecuentó grupos anarquistas y hippies, y se inició en la droga. En medio de una grave depresión abandonó la pintura y por largos meses no hizo más que ver encender y apagarse las luces de la ciudad desde atrás de una ventana. Finalmente, lo único que salva al hombre es el espíritu: Hugo fue rescatado por el grupo Hare Krishna y se interesó en el Zen. Poco después entró en el Monasterio Trapense, donde fue monje con voto de silencio durante siete años; hoy es sacerdote. Hugo Mujica es un gran poeta escritor o yo no tengo intuición de lo que es la literatura. El tiempo lo dirá a todos» (Santos Lugares, mayo de 1999). En «Cuentos que me apasionaron», 1º edición, Seix Barral, Buenos Aires, 2011, pag. 239.