El escrito de hoy es de Ramón Gaya Pomés, pintor y litógrafo nacido en Murcia en 1916. Fue amigo de Juan Ramón Jiménez y de casi toda la generación del 27. Colaboró con los poetas José Bergamín, María Zambrano y Tomás Segovia (¡Ay qué recuerdos! pues tuve la suerte de conocerle personalmente).
Ramón Gaya entre otras muchas acciones, colaboró en el proyecto de Misiones Pedagógicas creadas en 1931 y desmanteladas al final de la guerra civil; proyecto de solidaridad cultural promovido por el gobierno en la Segunda República, sostenido desde el Mueso Pedagógico Nacional y la Institución Libre de Enseñanza. Krause, Giner de Ríos, y el maravilloso movimiento de renovación pedagógica y cultural que supuso. Mi primera educación (de los 3 a los 16 años) en el colegio Estudio primer centro laico y mixto en España, impulsado por la ILE, Jimena Menéndez Pidal, Carmen García del Diestro y Ángeles Ortega y Gasset. Este proyecto de libro nace desde el impulso de Edea que se fundamenta en acciones a través de talleres prácticos, los que Nacho viene aportando con sus clases y yo, con consultas y talleres como Pedagoga, al abrigo de la Pedagogía Waldorf y los valores de la Antroposofía.
Ramón Gaya también participó con sus viñetas y en la fundación de la Revista Hora de España, activa durante toda la guerra, de enero de 1937 hasta noviembre de 38. Entre otros, compañero de León Felipe a quien personalmente admiramos muchísimo.
“ Pero la realidad de verdad es muy otra; la creación artística no es un asunto personal del artista creador, ni un asunto privado entre el artista creador y el gustador o consumidor de su obra, más tampoco se trata de nada… social general; lo común de la creación no tiene ningún estrecho carácter…. socialista sino extensamente humano. La poesía, la música, la pintura, han sido siempre realizadas por unos pocos, sí pero en nombre de todos. Si se hubiese tenido en cuenta que el arte creador, no el arte artístico , ya que este si va destinado y dado a un publico, no se ha hecho jamás para unas gentes sino en lugar de ellas, nos habríamos evitado tanta palabrería sobre arte social, o minoritario o revolucionario, o aristocrático, o burgués o puro, o útil… o moderno. El arte creador, hacedor de criaturas, no se dirige a nadie ni a lugar alguno conocido; podría decirse que la creación no va a ninguna parte, sino que viene, viene de muy lejos y muy dentro hasta alcanzar una superficie real, de la realidad. Es sumamente tonto decir que la obra de Miguel Ángel se hizo al servicio de unos papas o la de Velázquez al servicio de unos Reyes; Juan Van Eyck, por ejemplo, pudo el mismo, de buena fe y con ingenua modestia, pensar que trabajaba para unos comerciantes; pero hoy sabemos que no es verdad: el retrato de los esposos Arnolfini fue emprendido, no por honesto y vil encargo, sino porque necesitaba urgentemente pintarse, realizarse; pero no se trataría de una necesidad de los Arnolfini y tampoco de una más extensa necesidad medieval, histórica, ni siquiera de una íntima necesidad del pintor como pintor, del artista como artista, sino de una primaria y tiránica energía del hombre como especie pura, bruta. Escuchar esa voz originaria, antigua, perenne, sustancial, esencial y obedecer a ella, es lo propio del creador , pero la verdad es que esa voz suena para todos, y lo que pide – porque viene a pedir, a exigir- nos lo pide a todos; no es una voz especialmente destinada a los artistas creadores, sino una imperiosa voz que suena para el oído total humano, aunque sea, eso sí, oscura, subterránea, que se oye apenas. Es entonces cuando el creador – ese vívido hombre común a quien después llamaremos creador – da un paso decidido, decisivo hacia adelante y se destaca a pesar suyo de los demás, de todos esos demás que también son creadores, pero creadores mudos, sordo-mudos; es entonces cuando pasivamente el creador se decide a tomar en sus manos la enigmática acción creadora. Pero lo que hace no lo hace para sí – ¡qué tontería¡- ni para los otros, sino porque…tiene que ser hecho sin remedio, porque ha de estar haciéndose continuamente, perennemente, y los demás . Al parecer, viven, distraídos, ofuscados.
No es tanto que Fidias, Juan Van Eyck, Miguel Ángel, Cervantes, Velázquez, San Juan de la Cruz, Shakespeare, Rembrandt, Mozart, Tolstoi, hayan hecho esas obras que sabemos, como que nosotros, los demás, los demás comunes mortales hemos dejado de hacerlas, aceptando ellos, humildemente, pasivamente, ser los autores de esas obras- esas obras que no son obras, sino criaturas- , nos han dispensado de tener que llevarlas a cabo nosotros, ya que se han prestado a realizarlas en su propio nombre y en el nuestro, pues en esos instantes impersonales de la creación, de la creación absoluta, nos representan.”
Ramón Gaya. En Fragmento de un escrito inédito, págs.20., 983. En Obra completa tomo II. Ed. Pretextos. Valencia1992.