y sólo la órbita de un ritmo podrá sostenerla. Qué bellísima verdad escribió María Zambrano.
Recientemente me propuso mi querido amigo Ricardo, una lectura en una pequeña, pero muy activa e interesante, Galería de arte en Madrid. Hace mucho tiempo que no recito, pero sentí la necesidad personal y social de retomar la voz, aunque sea debajo de la mascarilla y, pese a haber dejado de escribir desde el 2108, aportar nuestro granito de arena para crear un momento de salud, alegría y celebración. En un reducido aforo, por sus dimensiones y en las restricciones a las que vivimos como consecuencia del virus que nos rodea, pretendemos crear un pequeño “territorio” en el que piano y poemas convivan rindiendo homenaje a la Palabra. No solo a esa que usamos cada día para comunicarnos de forma cotidiana, escuchar o compartir noticias sobre el virus, la crisis social generada, transformaciones que plantea… o a ese otro nivel algo más íntimo y profundo que nos permite compartir emociones, sentimientos o pensamientos, sino, sobre todo, a esa Palabra, voz interior que nos acompaña desde el principio y va con nosotros a todas partes. Ese dialogo interior que nos conforma y acompañan desde que tenemos conciencia de identidad. Cuando de muy niños dijimos “yo quiero pan” y no “Cristina quiere pan”, al poco de ponernos de pie, erguidos ya frente a la vida, esa voz de la conciencia comienza a escribir nuestros capítulos personales en el libro de vida. ¿Cómo cuidarla?
Recuerdo además de la cita de Zambrano del título, este poema de Juan Ramón Jiménez al hilo de esta reflexión. YO NO SOY YO
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará de pie cuando yo muera.
Podéis llamar libremente a la Galería para reservar y acompañar esta propuesta, de forma activa y presencial.