Esta reflexión de Silesius  abrió la presentación que Antonio Cubero hizo de la poeta Esther Peñas en Diálogos con el Arte.

Estuve el mes pasado disfrutando no sólo de los poemas y poética de Esther, reconociendo una gran afinidad, sino del pequeño aforo y la inmensa calidad de la escucha y el diálogo que allí nació, digna de mención y recuerdo. Poesía y psicoanálisis se dieron la mano al abrigo de la perspectiva que Lacan aportó en relación a la obra de arte, en este caso la escritura poética: el texto escrito no debe ser psicoanalizado, es el psicoanalista el que debe leer mejor, dejarse interrogar y aprender de la obra poética. 

Y así fue, sin duda desde el trabajo previo de ambos con el lenguaje, volvieron su mirada hacia ese conocimiento, indagando en él y creando a su vez el vacío perfecto para que los otros, nosotros, fuésemos cómplices del suceso pleno de revelación y escucha.

Preguntarse por “el lugar donde el poeta crea”, por el filo incandescente de la mirada, del silencio y la receptividad, resonando aquella otra reflexión de Lacan “pienso donde no soy, luego soy donde no pienso” constituyó un cálido viaje con destellos de esa luz de Lezama Lima, como primer animal visible de lo invisible.

Un regalo los encuentros del Foro Psicoanalítico de Madrid. Lacan era para mi un desconocido hasta ahora.

Dejo unos veros aquí de Esther con los que termina el poema El temple de la cítara

» Que los dementes del mundo/recorran a grieta/para ver/el/otro/ lado».

Formentera de Nacho Mur

¡Comparte este artículo!

SI QUIERES SABER SOBRE ENCUENTROS O NUEVAS ENTRADAS