Abandonada o en estado de ruina estaba atravesando una bronquitis aguda la última quincena de este mes de octubre. Pero es por ese gusto romántico por las ruinas, en donde tan bellamente Ricardo detiene su mirada en el artículo anterior “Melancólica belleza», que ese misterio insondable que puede asomar, asoma.

Escuchando profundamente las raíces de los bronquios heridos, la tos que arrecia como una tormenta y me desvela en noches interminables, he vuelto a la infancia y de la mano del misterio insondable, un rayo de luz de feroz conciencia, ha iluminado este proceso.

No sé si ahora, pendiente de cita en neumología por un nódulo en el pulmón, aún de baja, queda tiempo para sanar del todo, pero el proceso avanza con calor en el corazón y notable mejoría.

Cuando algo internamente se elabora el mundo, algunos lo llaman universo, brinda pistas y huellas, nuevos caminos para seguir creando sobre las ruinas. Semanas antes de esta convalecencia, súbitamente apareció en mi teléfono la llamada de Carmen, amiga del colegio. Ella y Clara habían decidido reconectar, localizar a todos los compañeros de clase casi cuarenta años después. Y nos reunimos en una cena y fue maravilloso. Recordé mis primeros meses de vida con tosferina y en el umbral de los siete años de edad, un curso escolar entero sin poder hacer deporte por bronquitis asmática.

Se han sucedido miles de mensajes, recuerdos del colegio desde los tres a los diecisiete años llenos de calor y cariño, arropados por una pedagogía, que nuestra generación recibió de forma muy pura, aún vivas Jimena Menéndez Pidal, Ángeles Gasset y otros maestros entusiastas de una educación basada en principios y valores de la Institución Libre de enseñanza, tan cerca de la naturaleza. Mensajes inicialmente de recuerdos veloces de la infancia, viajando desde  localizaciones geográficas diferentes (Ciudad Real, Alicante, Valencia, norte de San Francisco, La Habana, norte de Hamburgo, Madrid centro, sierra norte de Madrid…) que se han ido entrelazando con pinceladas de la actual situación de cada uno.

Yo recibí en estos días: comida casera en la puerta de casa, un delicioso bizcocho de naranja, una compra y ayuda para asistir al centro de salud…de mis amigas de entonces. Calor, cariño, escucha, respeto y esa mirada que sin duda alguna, nos desnuda de toda máscara, título, problema, situación económica o social actual para hermanarnos en la esencial fuente de lo que fuimos: ingenuidad, amor, entrega a la vida, travesuras, de ese niño o niña internos que se alegran, con más o menos serenidad, de un pasado compartido.

Con sus luces y sombras, construcciones sobre ruinas o ruinas de construcciones pasadas, seguimos tejiendo sobre un chat y encuentros, una nueva mirada, en la que hay cabida para todos y late un mismo corazón bañado por la sangre del “yo” esencial que fuimos y ahora nos permite redescubrirnos.

Entre mensajes viajamos por países visitados por unos y otros a lo largo de nuestra vida; recordé a Ida de 98 años, y lo mucho que he viajado por el mundo de la mano de la poesía. Este poema de Ida Vitale sobre el Exilio para abrazarnos en esa mirada que en este caso sí encuentra al otro para Serdevuelta y renovarse, como ciudadanos del mundo (del corazón)

Exilio de IDA VITALE

…tras tanto acá y allá yendo y viniendo.
Francisco de Aldana

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces.
Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto.
La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera.
Se disuelve, tan solo.

 

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